viernes, 24 de febrero de 2012

DE LA NIÑEZ

Está sentada en el suelo, rodea las piernas con sus brazos y se balancea despacio en un intento de autoconsuelo, las lágrimas resbalan por sus mejillas encima de otras ya resecas, en su pequeña mano aprieta un hierro con fuerza, los ojos le arden como ascuas por el esfuerzo de mantenerlos abiertos durante horas en la oscuridad del desván.
Repite una y otra vez "voy a ser buena, voy a ser buena, voy a ser buena", como ruido de fondo correteos y chillidos apenas audibles, tiene la vista acostumbrada a la penumbra, pero no consigue ver a los pequeños roedores (en su imaginación son ratas enormes).
Recorre el desván con la mirada, hay bultos por todas partes, un viejo colchón, una máquina de coser estropeada, un armario apolillado y otros enseres que no consigue distinguir.
Tiene frío, no siente hambre, está demasiado aterrada, piensa que si se queda dormida las ratas vendrán y se la comerán, eso es lo que ha oído contar al calor de la lumbre a "los mayores".
Está llena de polvo de ir arrastrándose de un lado a otro cada vez que le parece notar a los ratones pasar cerca, se ha orinado encima de puríto miedo, y le causa terror que su padre habrá esa trampilla y se de cuenta.
Tal vez la saque de allí su madre, no espera abrazos ni consuelo de ella, sólo la mirada acusatoria reprochandole lo mala que es, el silencio tirante que la hace sentirse pequeña y el estropajo en la bañera, como si su madre quisiera arrancarla una suciedad que ya no saldrá nunca de su cuerpo por más  duchas que se dé a lo largo de su vida.
Tal vez si supiera como ser buena...
Ha probado a estarse quieta y no hablar pero no sirve de nada, sólo para que le den un guantazo por "pasmarote" no sabe lo que significa, pero seguro que algo terrible por lo que tardó en dejar de sangrar su nariz.
También se refugió más de una vez en la huerta, de nuevo los gritos buscándola y otra tanda de golpes.
-Estás sucia, naciste sucia y siempre serás una sucia, eso le dice su madre mientras la arrastra hasta la bañera.
Es lo que debe ver su padre en ella... la suciedad, por eso tiene que pegarla y hacerle esas cosas, por eso la castiga. 
Se oye la trampilla, ojalá que sea su madre.

miércoles, 15 de febrero de 2012

FICCIÓN / Pequeña tentación

Las tres de la madrugada y un local medio vacío, en cuanto la vi supe que había valido la pena la caminata para localizar aquella dirección.
Pequeña diosa, desprendiendo de cada poro de su piel toda la fuerza y arrogancia de la juventud, me miró fijamente, creyéndose dueña de la situación.
Pelo muy corto, color blanco, piel morena, ojos de gitana, nariz pizpireta, boca sensual que al sonreír descubría una dentadura perfecta, orejas pequeñas y su cuello unhh... su cuello, largo, delgado, liso.
Disfruté por un momento de su suavidad, me imaginé mordiendo hasta hacer daño y un escalofrío de placer recorrió mi cuerpo hacia a mi entrepierna, todavía no me había deleitado con la visión del suyo repleto de curvas ...
Camiseta blanca dejando entrever unos senos grandes con sus pezones erectos listos para ser saboreados, bajando la mirada me encontré con una cintura estrecha seguida de  amplias caderas,  pantaloncito corto, piernas firmes bien torneadas y para finalizar pies pequeños de uñas perfectas.
Supe que tenia que ser mía.
Me dirigí hacia ella y le susurré al oído, al tiempo que acariciaba su cuello con el reverso de mi mano:
-Ven conmigo.
-¿A donde ?
-A quemar la noche.
-Que cursi ¿no?
-No, con tu fuego y el mio seguro que arde como una antorcha.
Se rió divertida .
-¿Cuantas copas te has bebido para soltarme esa tontería?
-Contigo cerca no necesito beber alcohol, eres tan bonita que nublas el cerebro.
-¿Que quieres de mi?.
No contesté, la besé en la boca lentamente, su sensualidad me provocaba, se dejó hacer sorprendida por la situación, aproveché para cogerla de la cintura y dirigirla hacia la salida, una vez fuera me paré enfrente de ella y la miré a lo ojos.
-Quiero darte y recibir placer.
Creí que se reiría en mi cara o me arrancaría la cabeza, para mi sorpresa me rodeó el cuello con sus brazos y me besó apasionadamente.
Sin hablar, pero sin dejar de mantener en contacto nuestra piel nos dirigimos a un hotel cercano.
El tiempo de inscribirnos recoger la llave y llegar hasta la habitación se nos hizo eterno.
Cuando se cerró la puerta detrás de nosotras nos faltó tiempo para arrancarnos literalmente la ropa, nos quedamos totalmente desnudas, recorriendo nuestros cuerpos con la mirada, me encendió ver en sus ojos el deseo, y comenzó la ceremonia mas bella entre dos personas que se atraen, besos, caricias, abrazos y lametones se mezclaron con arañazos mordiscos y tirones de pelo, en una intención clara de poseernos hasta la saciedad la una a la otra.
Cuándo llegaron los primeros orgasmos y la necesidad no se hizo tan apremiante, nuestro baile en la gran cama del hotel se volvió lento, acompasado, cadencioso, me deleité con el aroma de su piel y la mía mezclado con el de nuestros sexos, una noche maravillosa e inolvidable.
Ya avanzada la mañana se quedó dormida como la chiquilla que todavía era, de repente caí en la cuenta de que no sabia su nombre, (mi pequeña tentación) así la recordaría con el tiempo.
Me vestí sin ducharme para conservar un rato su aroma, la besé suavemente en los labios y me fui de la habitación.
No volví a esa ciudad en la que estaba de paso.

martes, 7 de febrero de 2012

DELICIOSAS VECINITAS

Soy varón casado, cuarenta años, hijos y trabajo fijo, cotidianamente hago las mismas cosas, hablo con la misma gente, vuelvo sobre los mismos pasos.
Fácil, sin sobresaltos, lo que se dice un hombre tranquilo con una vida plácida, quizás... demasiado.
Por eso doy gracias a Dios por otorgarme el pequeño placer de mandarme a mis deliciosas vecinitas, gracias a ellas mi vida es "diferente".
Cada día me levanto y me voy directo a la ducha, lo hago automáticamente con los ojos cerrados y medio dormido.
Cuando salgo soy un hombre nuevo (dentro de lo que cabe).
Me dirijo a la cocina para tomar café, con la taza en la mano me acerco a la ventana, la abro y respiro el  aire fresco de la mañana, miro enfrente y está alguna de mis tres vecinas preparando el desayuno, regando las plantas o tomando el fresco como yo.
Lo bueno es que esté quien esté me saluda con una sonrisa, "bonita forma de empezar el día", lo de las sonrisas es contagioso.
Bajo a la calle con una estampada en la cara.
Durante la jornada me las voy encontrando.
Alicia toma el desayuno de media mañana en la misma cafetería que yo.
Es mujer de café solo, periódico y barra para que no falte conversación.
Le gusta comentar las noticias, reírse con los cotilleos y sobre todo hablar de su equipo de fútbol favorito, este año esta eufórica con su Real Madrid. A los que le dicen que no tiene nada que hacer contra el Barsa ella responde muy seria y con el ceño fruncido un escueto -"ya se verá" para acto seguido adoptar la mejor de sus expresiones y cambiar de tema muy educadamente.
Me gusta hablar con ella, me pone las pilas la energía con que se toma la vida.
De camino a casa suelo comprar el pan y ahí está Rocío cogiendo su chapata y su pan de ajo.
Es la más habladora y dicharachera, conoce a cada una de las personas del barrio, en él la adoran, y es que siempre tiene una palabra amable, un gesto de cariño, si hace falta que alguien cuide durante un rato un niño o un anciano ahí esta ella, de camino a casa me pone al día del ultimo nacimiento, divorcio o cualquier otro cotilleo, pero jamás habla mal de nadie, la verdad es que su manera de contar las cosas es muy divertida.
Ya en la puerta de nuestros respectivos pisos nos despedimos con un franco y alegre hasta luego.
Mi "gordi" me recibe con el delantal puesto y una copa de vino tinto que me entrega mimosa. -Ultimamente da gusto el buen humor con el que vuelves a casa. (Si ella supiera, no creo que entendiese lo importantes que son en mi vida).
Después, una comida exquisita, (mi mujer es una gran cocinera) y una relajada sobremesa poniéndonos al día de lo que ha pasado durante la mañana, tocándonos, riéndonos, contándonos chistes...
Los niños dicen que este es el mejor momento del día -así, en familia-, se retiran a sus quehaceres, mi mujer y yo nos quedamos solos, acurrucados en el sofá viendo AMAR EN TIEMPOS REVUELTOS.
Para cuando nos desperezamos ya se ha acabado la serie, nos arreglamos y salimos a la calle a dar nuestro paseo diario charlando de nuestras cosas, al rato decide aprovechar para hacer unas compras de esas que a los hombres nos resultan un coñazo, nos despedimos.
Me dirijo a casa saboreando ya la cerveza fría que me espera en la nevera y el ultimo libro de mi escritor favorito.
Estoy cómodamente instalado en el sofá con el libro en una mano y la cerveza en la otra y llaman a la puerta, voy mascullando hacia ella, la abro y me encuentro con una bandeja gigante de empanadillas de las pequeñas, de muchos sabores. En mi cerebro se desencadena una orgía de sensaciones, se me hace la boca agua, soy un glotón, lo confieso.
Consigo despegar la vista de las empanadillas, la dirijo a Laura, le doy un sonoro gracias que me sale del corazón, (y del estomago), la invito a pasar, me dice que no, ha cogido unos kilos de más y se ha propuesto ir al gimnasio al menos cuatro días a la semana, hoy toca, le digo que está cañón así. Se despide con un beso en la mejilla, sin duda es la mas cariñosa y detallista de las tres...
Vuelvo a repantigarme en el sofá sin soltar la bandeja de empanadillas, paso un final de tarde perfecto.
Casi a la vez llegan los hijos y la mujer alborotando el ambiente entre risas, ya los echaba de menos. Sí, soy un hombre dichoso.
Mientras preparamos la cena y nos tomamos una copa de vino veo luz en la ventana de enfrente y les deseo a mis queridas ancianitas que en su casa reine la misma armonía que en la nuestra.

sábado, 4 de febrero de 2012

Adiós ... papá

Las tardes que sus padres se ausentaban de casa se iba a la leñera, cogía el hacha y se ponía a cortar maderos.
Al principio ni siquiera acertaba a darle a los leños, con el tiempo consiguió hacerlo mejor, y a lo largo de los meses se hizo una experta leñadora.
Mientras realizaba esta tarea autoimpuesta no dejaba de pensar en su padre, en la mirada mezcla de odio y desprecio que se encontraba cuando se atrevía a levantar la mirada del plato. La niña comía con el estómago encogido, los ojos acuosos que nunca derramaban una lágrima y un nudo en la garganta (sabía que su llanto aun formado por lágrimas silenciosas traería siempre consecuencias nefastas para ella).
Llegó un tiempo en el que hubiese preferido mil veces los golpes.
La mirada de su padre se tornó diferente, ella la confundió con cariño, pronto se dio cuenta de su error .
La primera vez que la abrazó se sintió feliz durante unos segundos; pero incluso antes de que el traspasase las barreras de lo moral o correcto bajando sus manos de una manera lasciva hacia el lugar en que la espalda cambia de nombre y dejándolas ahí demasiado tiempo, notó la tensión del hombre y se sintió como una presa.
A partir de ahí  empezó el juego del ratón y el gato.
Se hizo una experta.
Intentaba pasar el mínimo tiempo posible cerca de él.
Durante el día procuraba mantenerse fuera de la casa.
No se iba a la cama hasta que no lo hacía su abuela, puesto que compartía habitación con ella, si tenía que cambiarse sola cerraba la puerta con llave, y cambió las faldas y vestidos por pantalones.
Como consecuencia, su padre decidió que ya era demasiado mayor para compartir habitación, que las puertas de la casa no deberían tener llave para que nadie se quedase encerrado, sobre todo en la ducha
-(imagínate que te resbalas en la bañera) y que su hija no se iba a vestir como un marimacho.
En contrapartida dejó de ducharse, comenzó a quedarse haciendo el remolón con los niños del pueblo, se volvió arisca y rebelde.
Fueron pasando los meses y algún que otro año; un día estando sola en casa su padre la "invitó" a dormir la siesta con él, esperó muy quieta a oír sus ronquidos, se levantó, se vistió en absoluto silencio y se quedó observándolo durante unos segundos... en ese instante decidió matarlo, así se volvería a sentir limpia.
Como niña que era no se complicó con planes elaborados.
Le habían arrebatado una parte muy importante de su inocencia, pero seguía sin tener la malicia necesaria para pensar mas allá de librarse de ese monstruo que le deborába la vida día a día y la alejaba de su familia.
Hacía mucho tiempo que no era capaz de mirar a las personas que más quería a los ojos.
Así llegamos a aquella tarde en la que después de estar un buen rato siendo el juguete del "gran cerdo" se levantó como siempre, se vistió, se agachó debajo de la cama y sacó el hacha.
Mientras la alzaba por encima de su cabeza se despidió... adiós papa.
Dio el primer golpe, no sintió la sensación de la carne desgarrándose hasta llegar al hueso, ni la del hueso fracturándose, ni siquiera la sangre caliente salpicándola e inundando la habitación del olor característico a hierro viejo, solo el sentimiento de alivio del que recupera su libertad.
Cuando decidió que era suficiente, dejó el hacha y se sentó en el suelo a esperar a su madre .