Dos meses después.
-Hola gallega, ¿tú por aquí?.-Hola, tenía curiosidad por conocer este mercadillo y necesitaba respirar aire fresco.
-No me extraña, vas del trabajo a casa y de casa al trabajo, dile a tu marido que te dé cancha y te saque un rato a divertirte.
-Bueno, es que no coinciden nuestros horarios, cuando me levanto para trabajar él todavía no ha llegado y cuando llego por la noche ya se ha ido.
-Deberías pedirle que te lleve al centro gallego, así tendrías conocidos de tu tierra y un lugar a donde escaparte de vez en cuando.
-Sí, a ver si encuentra un rato.
-Pero no le digas que te lo he dicho yo que no quiero líos, ya tengo bastante con aguantar a mi cuñado político, hablando de esos dos, por ahí vienen.
-Me giré y ahí estaban, nos saludamos los cuatro y Naín se despidió de ellos comentando que iba a dar un paseo conmigo por el mercadillo.
No habíamos dado dos pasos y comenzó el interrogatorio.
-¿Qué hacías aquí con ese?
-Ya te dije que vendría a dar un paseo y nos encontramos por casualidad.
-Ya, casualidad, ¿no comentaste en el trabajo que vendrías?
-No comiences de nuevo, me cansas y me aburres, ¿qué pretendes si nunca tienes tiempo para mí, que me quede encerrada en casa todo el día?, ya he tenido suficiente de eso.
-¿No te estás quejando siempre para que traigamos a la niña?, pues no derroches el dinero.
-¿Qué dinero? he venido andando, no pensaba comprarme nada entre otras cosas porque todavía no he cobrado y tu nunca sueltas un marco.
-¿Me estás acusando de algo, trabajo toda la noche para esto?.
-Esa es otra, podríamos estar trabajando juntos en la panadería si tú no fueses tan celoso.
-Pues no me des motivos y no te pongas a coquetear a las primeras de cambio y menos con unos polacos y para colmo ahora vas y quedas con ese marroquí, vámonos a casa antes de que me enfade y diga algo que no quiero.
-¿Más todavía? no me quiero ir, no he visto el mercadillo.
-Me encuentro mal, mejor nos vamos.
-Hicimos el paseo de vuelta a casa en silencio.
-Al llegar me fui a la cocina a beber agua y hoy el portazo que dió al marcharse mi marido.
¡Maldito hijo de la gran ...! me la había vuelto a jugar. Pues buena era yo para quedarme en casa para una tarde libre que tenía a la semana (de momento).
Abrí el cajón de los calcetines y busqué las monedas que tenía escondidas, los últimos días había comenzado a sisarle alguna que otra moneda, ya que él al parecer se olvidaba de que su mujer tenía
necesidades, al menos así me podía comprar un helado o un zumo si me apetecía y no tenía que ir mendigando para que me dijese que no llevaba suelto.
Bajé a la calle me compré un helado en la gasolinera que había al lado del edificio y volví al mercadillo, pasé una hora viendo cosas pero ya estaban recogiendo, después me fui a un lago cercano, para el poco tiempo que llevaba viviendo allí me desenvolvía bastante bien por esa zona de la ciudad, aunque no era el pequeño pueblecito que había conocido al llegar a Alemania, pero estaba mejor que el barrio donde había pasado el mes anterior, recordé enfuruñada los dos últimos meses, al día siguiente de la conversación con Naín este se fué por la mañana y no apareció hasta la noche, durante el día me había duchado, había dado una vuelta por la casa, que constaba de una sala con un sofa y una mesilla con un televisor encima, un cuarto de aseo con una miniducha y una pequeña cocina, la otra habitación estaba cerrada con llave, al igual que la puerta de la calle cosa que descubrí cuando quise salir a dar una vuelta y me encontré con que no podía abrir, busqué una llave por la casa pero no la ví, seis horas más tarde y muerta de hambre tambien descubrí que la nevera estaba vacía.
Por la noche llegó mi marido y me trajo una hamburguesa que me supo a gloria, me comentó que ya había cubierto un currículum para la fabrica y su amigo le había presentado al encargado, pero que había estado echando una mano descargando muebles para conseguir algo de dinero, claro entonces la gente de a píe no tenía movil y su amigo no tenía teléfono en casa; al parecer tampoco intención de dejarle a una mujer las llaves de su hogar, así que durante un horroroso mes viví a base de un bocadillo al día y paseos de animal enjaulado, unas veces, medio corriendo de un lado a otro y otras arrastrando los pies y mirando por la ventana con cara "languida", entremedias los consabidos enfados, explicaciones diversas y reconciliaciones, pero como eso no iba a durar siempre un buen día me "devolvieron la libertad" y me despedí de aquel hombre con el que no había cruzado ni tres frases en el tiempo que ¿convivimos?.
Pasamos unos días en un piso que al parecer le habían prestado, me habló del trabajo en una panadería donde estariamos los dos, me presentó y el dueño nos explicó en que consistiría el mismo, despues se fueron aparte para continuar hablando, mientras esperaba una española que trabajaba allí me presentó a los compañeros y me dió muchos animos, pues el trabajo tenía un horario nocturno pero después a las chicas que le causaban una buena impresión de principio y que le demostraban que eran trabajadoras y de fiar les daba la opción de trabajar en una de sus numerosas pastelerías en horario de día y de cara al publico, me encantó la noticia, aunque comenté que el idioma sería un problema grave, ella me dijo que no me preocupara que llevaba unos años en Alemania y que se desenvolvía perfectamente, me recomendo apuntarme a clases de alemán, ella me daría la dirección de su profesor, dos compañeros de origen polaco metieron baza en la conversación quejandose de que no entendían nada, que por favor hablasemos en aleman, pasamos a tener una conversación generalizada y se reian con mis meteduras de pata con el idioma, mi marido se acercó sin saludar y dijo que me esperaba en la calle, me despedí azorada y al salir me armo una bronca por hablar y según el coquetear con los polacos, le conté la conversación con la chica y se ofuscó todavía más diciendo que su mujer no iba a trabajar en un sitio que podía dar lugar a malos entendidos con los clientes masculinos y ocasionar faltas de respeto hacía mi, evidentemente tuvimos una gran bronca y salí perdiendo porque decidió que yo no trabajaba allí y punto, al día siguiente me llevó a un local que estaban acondicionando como restaurante me presentó a la dueña que era española y se despidió, esta me dijo que empezaría ese mismo día ayudando en la colocación y limpieza de enseres y del local y después de la apertura pasaría a la cocina como ayudante, me pagariá por horas, entraría a las nueve para tener todo listo a la llegada del cocinero que entraba a las once, descansaría un par de horas por la tarde y me iría por la noche cuando quedase la cocina recogida y limpia, tambien me comentó que necesitaba una persona para limpiar el resto del local y baños de siete a nueve de la mañaña, rapidamente le dije que lo haría yo, así tendría dinero antes para traer a mi niña.
En esas andaba, la dueña me había cedido un piso que iba con el trabajo y que le teniá que pagar a ella y durante ese tiempo me fueron presentando a los compañeros que iban a trabajar allí, eran todos españoles, el cocinero que era un señor de unos cincuenta años y granadino, el camarero que era andaluz y muy simpatico, la hermana de la dueña y la dueña, las dos españolas criadas en alemania desde pequeñas, el cuñado de la jefa era de marruecos pero criado en españa y totalmente adaptado a nuestras costumbres, había conocido a su mujer durante unas vacaciones de ella en las islas canarias, habían pasado un mes juntos y cuando ella se marchó la echo tanto de menos que se presentó en alemania buscó trabajo y ahí llevaba tres años, en sus tiempo libre se venía a echar una mano en el acondicionamiento del local, y el marido de la jefa, que era turco y solo pasaba a dar el visto bueno,
al parecer tenía un horario nocturno ya que trabajaba en un casino.
A la mañana siguiente mi jefa me dijo que me tomase un descanso y me llevó a un aparte para charlar conmigo, creí que había echo algo mal, pero resultó que quería hablar de algo muy diferente.
CONTINUARA...