domingo, 25 de marzo de 2012

FICCIÓN/4 LA VIDA SE EMPEÑA EN DARTE LECCIONES - Visto y no visto...

Por fin una tarde/noche mi marido dio señales de vida, venía muy "cansado y sin ganas de hablar" justo lo contrario que yo, que necesitaba conversar con otro adulto en mi idioma, contar todo lo que me había pasado y lo que sentía, me quedé con las ganas.
Al día siguiente me levanté para ir al trabajo y me pasé la mañana cavilando sobre el comportamiento del padre de mi hija, se había mostrado frío y distante, amparándose en un incipiente dolor de cabeza evitó tener conversación alguna, se metió en la cama y se quedó dormido al instante, no me gustaba sentirme tan sola cuándo lo tenía a mi lado...
La jornada laboral llegó a su termino y salí disparada para estar con el. No estaba, recogí la habitación y me dispuse a ver la tele un rato, era pequeña y en blanco y negro pero además de hacerme compañía me ayudaba a ejercitar el oído con el alemán.
A la vuelta mi marido parecía relajado, me enseñó las llaves de un coche y me dijo que comeríamos fuera, durante la comida me explicó que se había reunido con parte de su familia y se habían comprometido a echarle una mano en la búsqueda de trabajo, aunque no le había podido dejar dinero, también me contó que al día siguiente hiriamos con Helmut para legalizar mi situación con el trabajo y en el país, me emocioné y me sentí muy agradecida, le conté mis andanzas y pareció interesarse, si le conseguían trabajo cerca mejor, sino, tendría que convivir con algún familiar y venir a verme los fines de semana, pensé que valdría la pena el sacrificio si eso nos permitía ahorrar, traer a mi niña y formar un hogar.
Los días siguientes pasaron vertiginosamente trabajando en la guardería y moviendonos de un lado a otro con Helmut, que cada día era más amable conmigo y más arisco con mi marido, yo no hacia otra cosa que firmar papeles, también me pusieron vacunas aunque todavía hoy no se para que eran, puesto que seguía sin entender el Alemán y mi marido no estaba por la labor de ayudarme; de hecho con el tiempo descubrí que no tenia intención de ponerme nada fácil mi adaptación al país en ninguno de los sentidos, pero eso ya os lo iré contando.
Una mañana mi marido llegó nervioso al parque donde estaba jugando y cuidando a los niños junto con dos de las profesoras y me dijo que se iba otra vez, tenía una entrevista de trabajo en la ciudad, Bremen, me puse muy contenta, esa noche me llamó para informarme de que se quedaría en casa de un amigo una semana o así, le había salido un trabajo sin papeles, le pagaban por horas y serviría para echar una mano mientras le contestaban los de la fabrica donde había tenido la entrevista, y me enviaban mi documentación. Habían comenzado las mentiras sin tapujos, ya que de las otras las había habido siempre...
Para entonces yo ya había caído en la cuenta de que el no podía trabajar sin pasaporte y aunque no tenía posibilidad de preguntar sin descubrir una situación que empezaba a sospechar Helmut desconocía ,
(además de tener que usar un intermediario con un castellano básico), creía que su prisa por arreglar mis papeles provenía de ahí, me necesitaba.
Esta vez fue un mes; un mes sin dar señales de vida, ni tan siquiera una llamada, durante el día intenté no pensar en ello, cosa difícil a medida que avanzaban las semanas y las personas de mi alrededor me lanzaban miradas entre compasivas, desconfiadas y perplejas ante mi repuesta a las preguntas sobre donde se encontraba mi marido, ¿que podía decir?, yo tampoco me creía del todo mis propias respuestas, lo que el me había contado era todo lo que sabía, pero a medida que pasaban los días mi alemán mejoraba y eso traía consigo más y más preguntas.
Por otro lado mi vida en aquel lugar me gustaba, por las mañanas ayudaba a las profesoras con los niños y me encantaba, después de clase siempre se quedaban hablando un rato conmigo, me invitaban a comer a sus casas, e incluso me ofrecieron muebles para cuando tuviese la mía propia, una profesora me enseño una habitación completa para mi niña, empezaba a pensar que tendríamos un futuro después de todo.
Hacía la mitad del mes realizamos una excursión de una semana con los peques mi conocimiento del alemán se aceleró rápidamente, y también mi amistad con los compañeros y compañeras de la excursión.
La ultima noche la directora me llevó a un rincón e intentó hablar conmigo, conseguí entender que me hablaba sobre las diferencias culturales y religiosas y los problemas que podían traer a las parejas y me decía que si la necesitaba estaría allí.
Por la expresión de su cara más que por las palabras intuí que estaba preocupada por mi y eso me entristeció.
El resto del mes fue un bonito anticipo de lo que sería la vida allí con mi hija.
Me la imaginaba linda de verdad, ella y yo levantandonos por las mañanas y dando un paseo a pie hasta la guardería, viéndola jugar en el recreo con sus amiguitas aprendiendo un alemán perfecto más rápido que yo y volviendo juntas a casa, realizar las tareas del hogar y quedar con mis compañeras para dar un paseo ir de compras o disfrutar de una barbacoa, la verdad es que no pensaba demasiado en el papel de mi marido en aquella preciosa fantasía apunto de convertirse en realidad, al fin y al cabo estar enamorada se parece a estar atontada no a serlo...
Continuará.

domingo, 18 de marzo de 2012

3-LA VIDA SE EMPEÑA EN DARTE LECCIONES-Dia de sol radiante.

Me desperté con el sol dandome en los ojos.
¿Quién dijo que Alemania es gris?
Sentada en la improvisada cama trazé un recorrido con la mirada, un sitio interesante, aula usada como local de ensayos musicales reconvertida en dormitorio para nosotros.
No se oía nada más que el canto de los pajaros, me acerqué a la batería y tuve unas ganas irresistibles de ponerme a tocar.
Una ducha me vendría bien, salí al pasillo con la timidez de quien lo hace en ropa interior en un sitio público y desconocido, no se veía ni se oía nada, encontré una salita con un vertedero, cafetera, despensa (vacía) una mesa y cuatro sillas, aproveché para lavarme la cara, tuve la mala idea de intentar beber agua del grifo, agff puro cloro ¡vaaale! ponerme a tocarlo todo y pasearme por el colegio en braguitas no es la mejor carta de presentación, pero es lo que hice.
Era hora de despertar a Naín, resultó que no había ducha y los baños eran los normales de cualquier colegio, nos vestimos sintiéndonos unos auténticos cerdos, bajamos directos a la casa de Helmut nos invitó a desayunar y nos dimos una ducha, más tarde nos tocó esperar en el exterior de la guardería para hablar con las profesoras (por mi parte es un decir).
Naín aprovechó para ponerme al día de lo acordado el día anterior con Helmut.                
Había estado guardándonos y pagando de su bolsillo una casita durante tres meses, el tiempo que mi marido le llevaba diciendo que llegaría y ahora no tenía donde alojarnos, aparte de eso yo podía empezar a trabajar al día siguiente.
Mí trabajo consistiría en ayudar a las profesoras durante las clases (recibir a los niños, ponerle la zapatillas, darles la merienda, acompañarlos al baño etc...)
Por el momento me ensenarían algo de alemán entre todos, iba a cobrar muy poco pero eso era lo de menos, me estaban dando la oportunidad de tener un futuro digno en su país, de hecho estaban buscando un profesor particular de alemán para aprender más rápidamente el idioma y el colegio asumiría los gastos.
Salieron las profesoras, fueron encantadoras conmigo desde el primer momento, me abrazaron y me besaron como si me conocieran de toda la vida, mientras hablaban sin parar (para los que opinan que los alemanes son fríos, diré que mi convivencia con ellos fue muy positiva, les estaré siempre agradecida y los llevo en mi corazón).
Acabó la reunión y nos despedimos, Naín decidió comprar algo por si teníamos hambre o sed cuando estuviésemos en la habitación, le comenté que mi primera impresión  había sido muy positiva, que estaba contenta, deseando comenzar a trabajar y poder traer a nuestra niña.
Mi marido guardó silencio, eso no me gustó nada, algo estaba barruntando, seguro que nada bueno.
De vuelta a la habitación comimos y volví a sacar el tema de nuestro futuro.
-No me comentaste nada de tú trabajo.
-Con el trabajo pasó como con el piso, no me pudieron esperar y se lo llevó otro.
-¿Qué vas a hacer ahora?
-Buscar algo por ahí, pero antes tengo que ir a Hannover a visitar a unos familiares.
-¿No puedes quedarte a buscar trabajo y dejar la visita para el fin de semana?
-No puedo, de hecho tengo que irme ya.
-¿Ahora?
-Sí.
-¿Qué voy a hacer? no conozco el pueblo y dormir aquí sola me da miedo, ¡ya me da miedo quedarme de día!
-No tienes de que preocuparte aquí estarás bien, apenas tenemos dinero y no se cuando voy a encontrar trabajo, con lo que te van a pagar no nos da ni para comer un mes, aquí no nos podemos quedar, tengo que ver a mi familia para pedirles dinero prestado, mañana por la noche estaré de vuelta, como mucho pasado mañana.
-Está bien, si no queda más remedio.
-No, no queda, toma algo de dinero para que compres comida champú o lo que necesites.
Recogió alguna ropa y se fue.
Tenía toda la tarde por delante, bajé al patio, no había nadie, tampoco se veía movimiento dentro de las aulas.
Decidí dar una vuelta por el pueblo, era muy bonito, con casas de dos pisos de altura con su jardín y su valla, otra vez recordé las películas americanas, apenas había tiendas, sólo un pequeño supermercado, una cafetería, el colegio, una gasolinera y la iglesia.
Si conseguía aprender rápidamente el idioma y dar la talla en el trabajo, sería un buen sitio para ver crecer a mi hija, hubiese preferido hacerlo en España cerca de mi familia, pero mi destino no lo había querido así, tendría que sacarle el mejor partido a lo que me había tocado, al fin y al cabo podría ser peor (todavía no sabía hasta que punto).
Entré en el supermercado, me moví preocupada entre las estanterías, no conocía el valor del marco (moneda alemana en ese momento) no sabía decir ni hola y mucho menos leer las etiquetas de los productos o saber cuanto costaban.
Compré lo justo por si acaso y me acerqué nerviosa a la cajera que  me saludó sonriente, metí la compra en la bolsa y le dí un billete pequeño, lo cogió y me dio unas monedas de vuelta, le dirigí una sonrisa y salí a la calle.
Volví a la habitación, me había traído unos libros y decidí pasar el rato leyendo, cenar y acostarme temprano.
Gracias a Dios al día siguiente estaría ocupada trabajando, seguro que cuando me diese cuenta mi marido ya estaría de vuelta y entonces sería todo más fácil.
Esa noche pasé miedo y apenas dormí.
Me levanté temprano, me aseé como pude en la pequeña cocina y bajé a trabajar, la mañana pasó volando, aprendí mis primeras palabras al tiempo que me presentaban a los niños y a sus madres.

Se pasó la tarde y por allí no apareció nadie, supuse que se trabajaría media jornada, seguro que me lo habían dicho, pero claro, no me enteré.
Eran las once de la noche, estaba sentada en la cama, mi marido no había aparecido ni llamado, tenía ganas de comer algo caliente y ducharme pero me daba vergüenza ir a llamar a la puerta del sacerdote.
Me eche a llorar, lo había hecho muchas veces antes y me tocaría hacerlo muchas veces después.
Al día siguiente la misma rutina, mi marido no dio señales de vida y Helmut tampoco.
El sábado me levanté triste, no se trabajaba y yo no sabía que hacer, estaba limpiando la habitación y
llamaron a la puerta, era Helmut, con él venía un vietnamita que hablaba algo de español, hizo de traductor entre nosotros, me traían un televisor para mi entretenimiento, si quería acompañarlo ahora podía ducharme, quería saber donde estaba mi marido.
Yo también...
Le dije la verdad, que se había ido a ver unos familiares que ya tendría que haber vuelto y que no sabía nada de él.
Puso mala cara, pero reaccionó al momento, se levantó y me acompañó a su casa para la ducha.
El resto del día lo pasé encerrada, avergonzada no sabía muy bien porqué.
Llegó el domingo, decidí ir a la iglesia, no soy religiosa practicante pero había que pasar el tiempo, además, me vendría bien tener a Dios y a Helmut contentos.
El lunes me avisaron en el trabajo de que mi marido estaba al teléfono.
-¿Donde estás, que demonios ha pasado?
-Nada, mi familia me esta buscando trabajo, por eso no he vuelto.
-Estoy muy sola y apenas me queda dinero ¿cuando vuelves?
-Pronto.
El "Pronto" se tradujo en quince días, de lunes a viernes las mañanas me pasaban volando, el resto del tiempo fue un suplicio, sobre todo porque leo muy rápido y acabé mis lecturas enseguida.
Diré que pasé hambre porque apenas tenía dinero y me daba vergüenza contarlo, también se produjo una situación un tanto incómoda (aparte de lo de mi marido) porque entre los libros que me traje de España estaba "La lista de Schindler", un día que Helmut me hizo una visita, tenía el libro encima de la cama y no pareció hacerle ninguna gracia.
Juro que no lo hice con ninguna mala intención.
CONTINUARÁ...

2- LA VIDA SE EMPEÑA EN DARTE LECCIONES- ESPERANZA

Bajé del autobús con la patética esperanza de que todo fuese un malentendido fruto del largo trayecto, el cansancio y los nervios. Recogimos el equipaje y salimos de la estación.
- Quédate aquí.
Mientras, se dirigía hacia un señor vestido con un traje sencillo, era alto medio calvo y con bigote, tenía cara de buena persona y quedaba claro por el abrazo que se dieron los dos que nos estaba esperando, cruzé los dedos deseando que fuese el sacerdote.
Se acercó y se dirigió a mí en alemán, yo me limitaba a mirarle con cara de idiota sobrepasada por las circunstancias, mi marido le dijo algo y me observó con estrañeza (gracias a Dios casi todos los gestos faciales son universales), antes de que pudiese reaccionar metieron las maletas en un coche arrancamos y al rato estábamos cenando en un restaurante chino.
Mientras ellos mantenían una charla demasiado tensa para mi gusto (descubrí desde ya, que no entender lo que te dicen los demás agudiza todos tus sentidos y te hace notar cosas que de otra manera pasarían desapercibidas).
Bueno a lo que voy, aproveché para poner en orden mis ideas, el amigo de Nain definitivamente parecía ser  sacerdote, si era así tal vez las situación no fuera tan mala como yo me la había imaginado, y eso significaba que parte de la historia que me había contado era verdad. ¡Gracias a Dios! existiendo el sacerdote lo normal era que también hubiese piso y trabajo ayudando a las profesoras  en la guardería que él llevaba y lo mas importante, clases de Alemán, además la zona sería mayoritariamente de católicos, ventaja para mí .
Vuelta a coger el coche, salida de la ciudad hacia lo que parecía ser un pueblo al estilo de los que se ven en las películas americanas navideñas, o eso me pareció, ya lo comprobaría de día. Ahora lo único que necesitaba era una ducha y una cama .
Finalmente llegamos a un conjunto de edificios formado por una iglesia, una casa que imaginé la del sacerdote, por cierto, se llama Helmut, otro edificio en forma de ele que parecía ser la guardería y un poco más lejos reconocí un colegio, todo ello rodeado de un gran parque dividido por zonas en jardín de infancia, parque infantil, campo de fútbol, tirolina (que entonces no tenía ni la menor idea de lo que era) etc.
Mi primera impresión no podía ser mejor, ya veríamos que pasaba por la mañana...
El sacerdote nos condujo a nuestras maletas y a nosotros al edificio que había reconocido como colegio. Pensé que tal vez tendrían alguna habitación con baño para posibles invitados.
Entramos en el edificio que por dentro parecía ser como cualquier colegio de los que hay a lo largo de la costa gallega construidos en los setenta-ochenta. Subimos al segundo piso y me vi en una aula con un montón de instrumentos musicales, no entendía nada, si era la una de la mañana por dios, para musiquita estaba yo, hecho otra visual y al fondo del aula vislumbro lo que parece ser una cama, no me lo puedo creer... me acerco y ahí están, un montón de bancos juntos con un colchón de noventa encima, y este cubierto con un par de mantas viejas. Otro vistazo. Los ventanales son enormes como casi todos en Alemania y solo tienen cortinas no persianas. Me acerco a una de ellas y viendo el parque fuera pienso en mi hija que hoy cumple dos años. Cuanto la quiero y cuanto la hecho de menos... Estoy triste, pero no me quiero rendir, soy fuerte y tengo que mantener la esperanza.
TODO VA A SALIR BIEN, fue lo ultimo que pensé antes de quedarme dormida muy abrazada a mi marido, aunque por una vez no por amor, si no por miedo a lo que me deparaba el futuro.
CONTINUARA...

viernes, 2 de marzo de 2012

FICCIÓN / 1- La vida se empeña en darte lecciones...

-¿Es que no confías en mi ?.
-Cariño te quiero , sé que te he fallado en muchas ocasiones pero tu has estado siempre a mi lado y después de mi ultima metedura de pata no te mentiría en algo tan serio.  Todo lo que deseo es empezar una nueva vida a tu lado y en unos meses, en cuanto ahorremos un poco, traernos a nuestra hija. - Ya verás como a partir de ahora todo va a ser distinto.
Pensaba en esa y otras conversaciones que había mantenido los últimos tiempos, mientras, el trataba de convencerla de que el futuro de ambos estaba en Alemania, un amigo suyo les tenía reservado trabajo y piso en cuanto se decidieran a viajar,  insistía en que lo que necesitaba era un cambio de aires, centrarse ,volver a ver a los amigos de la infancia y... dejar atrás los vicios , las malas compañias etc., etc., etc.
Mientras lo escuchaba ella se debatía entre sentimientos encontrados, la ilusión que sientes siempre que la vida parece ofrecerte otra oportunidad y el temor de verse plantada en un país del que lo desconocía todo, incluido el idioma, apenas sin dinero y con el padre de su hija que aun estando muy enamorada de el, era consciente de que siempre que le había prometido cambiar y enmendarse lo había hecho. Pero a peor...
Ya estaba. La ilusión había volado y la ansiedad estaba instalada, todo eso cuando ni siquiera habían llegado a la tierra prometida.
-¿Qué pasa, por qué se para el autobús ?
-No te preocupes mi niña es una inspección de rutina, saca el carné y el pasaporte .
-Con el pasaporte es suficiente.
-Haz lo que te digo, dame el pasaporte a mi y quedate con el carné.
-¿Tú no sacas el tuyo?.
-Estate callada y tranquila.
Los inspectores iban pidiendo la documentación fila a fila hasta llegar a la suya, atónita observó como su marido entregaba los dos documentos con un ademán encantador, al finalizar el recorrido se fueron a la garita, se supone que para cotejar el fajo de libritos con la lista de pasajeros.
Ella apenas se permitía respirar ¿acabaria allí su viaje? finalmente uno de los inspectores subió de nuevo al autobús y entregó los papeles  al revisor, este los devolvió a sus dueños.
Pasada media hora y varios kilómetros se atrevió a enfrentarse con él.
- Me has engañado otra vez, todavía no tienes tu pasaporte, no puedes salir de España y mucho menos trabajar o conseguir de nuevo la residencia en Alemania, que no te mandasen de vuelta a casa ha sido un golpe de suerte.
- No digas estupideces, es muy raro que se produzca una inspección de este tipo y de todas formas solo cuentan el número de pasajeros y lo cotejan con el numero de documentos, nosotros somos dos y hemos entregado dos, así de sencillo.
- Para ti todo es muy sencillo, espero que al menos lo de tu amigo el sacerdote, el piso y mi trabajo sea verdad.
- Deja de protestar, ahora ya no estás en tu país, estás conmigo y eso es todo lo que tienes, eres madre y estás casada. Ya es hora de que comiences a comportarte como una verdadera musulmana.
- Eso quiere decir que no puedo tener opinión.
Un silencio incómodo con él mirando al frente. Se gira, y con una sonrisa gélida contesta:
- Desde ahora tu opinión será la mía, se acabó juzgar, amonestar ó decidir. Ya te enseñaré yo como debe comportarse una mujer .
Quiso gritar, abofetearlo, insultarlo, o al menos levantarse todo lo dignamente que le permitía la situación, pedir un cambio de asiento con algún pasajero, en la siguiente parada bajarse del autobús y coger otro de regreso a casa, sí, sería bueno empezar una nueva vida, pero ella y su hija solas.
No hizo nada de eso, si lo hacia tendría que contar lo que estaba pasando y él no se lo permitiría, pues tendría problemas en España y no podría viajar a Alemania. ¡Qué podía hacer!. El poco dinero que tenían lo llevaba él.
Se le ocurrió pedir ayuda cuando llegase, pero sin saber alemán sería complicado y tampoco sabía si existía su amigo el sacerdote. Si la llevaba entre musulmanes empezaba a vislumbrar que no iban a hacer mucho caso de lo que ella dijera.
Pensó en la posibilidad de pedir ayuda a los otros pasajeros pero se armaría la marimorena, puede que lo detuviesen momentáneamente y tembló solo de pensar en cuál podría ser su reacción. Cerró los ojos apoyando la cabeza en el asiento en un vano intento de mantenerse tranquila, estaba entrando en la cuarta dimensión de manos de un ¿psicópata, loco, descerebrado, caradura ?. Qué más daba, si de todas todas la cosa pintaba muy fea, lo peor ... , que el amor no desaparece de golpe y ella estaba enamorada de ese gilipollas, claro, como si no había creído en él otra vez. 
CONTINUARÁ...