Por fin una tarde/noche mi marido dio señales de vida, venía muy "cansado y sin ganas de hablar" justo lo contrario que yo, que necesitaba conversar con otro adulto en mi idioma, contar todo lo que me había pasado y lo que sentía, me quedé con las ganas.
Al día siguiente me levanté para ir al trabajo y me pasé la mañana cavilando sobre el comportamiento del padre de mi hija, se había mostrado frío y distante, amparándose en un incipiente dolor de cabeza evitó tener conversación alguna, se metió en la cama y se quedó dormido al instante, no me gustaba sentirme tan sola cuándo lo tenía a mi lado...
La jornada laboral llegó a su termino y salí disparada para estar con el. No estaba, recogí la habitación y me dispuse a ver la tele un rato, era pequeña y en blanco y negro pero además de hacerme compañía me ayudaba a ejercitar el oído con el alemán.
A la vuelta mi marido parecía relajado, me enseñó las llaves de un coche y me dijo que comeríamos fuera, durante la comida me explicó que se había reunido con parte de su familia y se habían comprometido a echarle una mano en la búsqueda de trabajo, aunque no le había podido dejar dinero, también me contó que al día siguiente hiriamos con Helmut para legalizar mi situación con el trabajo y en el país, me emocioné y me sentí muy agradecida, le conté mis andanzas y pareció interesarse, si le conseguían trabajo cerca mejor, sino, tendría que convivir con algún familiar y venir a verme los fines de semana, pensé que valdría la pena el sacrificio si eso nos permitía ahorrar, traer a mi niña y formar un hogar.
Los días siguientes pasaron vertiginosamente trabajando en la guardería y moviendonos de un lado a otro con Helmut, que cada día era más amable conmigo y más arisco con mi marido, yo no hacia otra cosa que firmar papeles, también me pusieron vacunas aunque todavía hoy no se para que eran, puesto que seguía sin entender el Alemán y mi marido no estaba por la labor de ayudarme; de hecho con el tiempo descubrí que no tenia intención de ponerme nada fácil mi adaptación al país en ninguno de los sentidos, pero eso ya os lo iré contando.
Una mañana mi marido llegó nervioso al parque donde estaba jugando y cuidando a los niños junto con dos de las profesoras y me dijo que se iba otra vez, tenía una entrevista de trabajo en la ciudad, Bremen, me puse muy contenta, esa noche me llamó para informarme de que se quedaría en casa de un amigo una semana o así, le había salido un trabajo sin papeles, le pagaban por horas y serviría para echar una mano mientras le contestaban los de la fabrica donde había tenido la entrevista, y me enviaban mi documentación. Habían comenzado las mentiras sin tapujos, ya que de las otras las había habido siempre...
Para entonces yo ya había caído en la cuenta de que el no podía trabajar sin pasaporte y aunque no tenía posibilidad de preguntar sin descubrir una situación que empezaba a sospechar Helmut desconocía ,
(además de tener que usar un intermediario con un castellano básico), creía que su prisa por arreglar mis papeles provenía de ahí, me necesitaba.
Esta vez fue un mes; un mes sin dar señales de vida, ni tan siquiera una llamada, durante el día intenté no pensar en ello, cosa difícil a medida que avanzaban las semanas y las personas de mi alrededor me lanzaban miradas entre compasivas, desconfiadas y perplejas ante mi repuesta a las preguntas sobre donde se encontraba mi marido, ¿que podía decir?, yo tampoco me creía del todo mis propias respuestas, lo que el me había contado era todo lo que sabía, pero a medida que pasaban los días mi alemán mejoraba y eso traía consigo más y más preguntas.
Por otro lado mi vida en aquel lugar me gustaba, por las mañanas ayudaba a las profesoras con los niños y me encantaba, después de clase siempre se quedaban hablando un rato conmigo, me invitaban a comer a sus casas, e incluso me ofrecieron muebles para cuando tuviese la mía propia, una profesora me enseño una habitación completa para mi niña, empezaba a pensar que tendríamos un futuro después de todo.
Hacía la mitad del mes realizamos una excursión de una semana con los peques mi conocimiento del alemán se aceleró rápidamente, y también mi amistad con los compañeros y compañeras de la excursión.
La ultima noche la directora me llevó a un rincón e intentó hablar conmigo, conseguí entender que me hablaba sobre las diferencias culturales y religiosas y los problemas que podían traer a las parejas y me decía que si la necesitaba estaría allí.
Por la expresión de su cara más que por las palabras intuí que estaba preocupada por mi y eso me entristeció.
El resto del mes fue un bonito anticipo de lo que sería la vida allí con mi hija.
Me la imaginaba linda de verdad, ella y yo levantandonos por las mañanas y dando un paseo a pie hasta la guardería, viéndola jugar en el recreo con sus amiguitas aprendiendo un alemán perfecto más rápido que yo y volviendo juntas a casa, realizar las tareas del hogar y quedar con mis compañeras para dar un paseo ir de compras o disfrutar de una barbacoa, la verdad es que no pensaba demasiado en el papel de mi marido en aquella preciosa fantasía apunto de convertirse en realidad, al fin y al cabo estar enamorada se parece a estar atontada no a serlo...
Continuará.
Al día siguiente me levanté para ir al trabajo y me pasé la mañana cavilando sobre el comportamiento del padre de mi hija, se había mostrado frío y distante, amparándose en un incipiente dolor de cabeza evitó tener conversación alguna, se metió en la cama y se quedó dormido al instante, no me gustaba sentirme tan sola cuándo lo tenía a mi lado...
La jornada laboral llegó a su termino y salí disparada para estar con el. No estaba, recogí la habitación y me dispuse a ver la tele un rato, era pequeña y en blanco y negro pero además de hacerme compañía me ayudaba a ejercitar el oído con el alemán.
A la vuelta mi marido parecía relajado, me enseñó las llaves de un coche y me dijo que comeríamos fuera, durante la comida me explicó que se había reunido con parte de su familia y se habían comprometido a echarle una mano en la búsqueda de trabajo, aunque no le había podido dejar dinero, también me contó que al día siguiente hiriamos con Helmut para legalizar mi situación con el trabajo y en el país, me emocioné y me sentí muy agradecida, le conté mis andanzas y pareció interesarse, si le conseguían trabajo cerca mejor, sino, tendría que convivir con algún familiar y venir a verme los fines de semana, pensé que valdría la pena el sacrificio si eso nos permitía ahorrar, traer a mi niña y formar un hogar.
Los días siguientes pasaron vertiginosamente trabajando en la guardería y moviendonos de un lado a otro con Helmut, que cada día era más amable conmigo y más arisco con mi marido, yo no hacia otra cosa que firmar papeles, también me pusieron vacunas aunque todavía hoy no se para que eran, puesto que seguía sin entender el Alemán y mi marido no estaba por la labor de ayudarme; de hecho con el tiempo descubrí que no tenia intención de ponerme nada fácil mi adaptación al país en ninguno de los sentidos, pero eso ya os lo iré contando.
Una mañana mi marido llegó nervioso al parque donde estaba jugando y cuidando a los niños junto con dos de las profesoras y me dijo que se iba otra vez, tenía una entrevista de trabajo en la ciudad, Bremen, me puse muy contenta, esa noche me llamó para informarme de que se quedaría en casa de un amigo una semana o así, le había salido un trabajo sin papeles, le pagaban por horas y serviría para echar una mano mientras le contestaban los de la fabrica donde había tenido la entrevista, y me enviaban mi documentación. Habían comenzado las mentiras sin tapujos, ya que de las otras las había habido siempre...
Para entonces yo ya había caído en la cuenta de que el no podía trabajar sin pasaporte y aunque no tenía posibilidad de preguntar sin descubrir una situación que empezaba a sospechar Helmut desconocía ,
(además de tener que usar un intermediario con un castellano básico), creía que su prisa por arreglar mis papeles provenía de ahí, me necesitaba.
Esta vez fue un mes; un mes sin dar señales de vida, ni tan siquiera una llamada, durante el día intenté no pensar en ello, cosa difícil a medida que avanzaban las semanas y las personas de mi alrededor me lanzaban miradas entre compasivas, desconfiadas y perplejas ante mi repuesta a las preguntas sobre donde se encontraba mi marido, ¿que podía decir?, yo tampoco me creía del todo mis propias respuestas, lo que el me había contado era todo lo que sabía, pero a medida que pasaban los días mi alemán mejoraba y eso traía consigo más y más preguntas.
Por otro lado mi vida en aquel lugar me gustaba, por las mañanas ayudaba a las profesoras con los niños y me encantaba, después de clase siempre se quedaban hablando un rato conmigo, me invitaban a comer a sus casas, e incluso me ofrecieron muebles para cuando tuviese la mía propia, una profesora me enseño una habitación completa para mi niña, empezaba a pensar que tendríamos un futuro después de todo.
Hacía la mitad del mes realizamos una excursión de una semana con los peques mi conocimiento del alemán se aceleró rápidamente, y también mi amistad con los compañeros y compañeras de la excursión.
La ultima noche la directora me llevó a un rincón e intentó hablar conmigo, conseguí entender que me hablaba sobre las diferencias culturales y religiosas y los problemas que podían traer a las parejas y me decía que si la necesitaba estaría allí.
Por la expresión de su cara más que por las palabras intuí que estaba preocupada por mi y eso me entristeció.
El resto del mes fue un bonito anticipo de lo que sería la vida allí con mi hija.
Me la imaginaba linda de verdad, ella y yo levantandonos por las mañanas y dando un paseo a pie hasta la guardería, viéndola jugar en el recreo con sus amiguitas aprendiendo un alemán perfecto más rápido que yo y volviendo juntas a casa, realizar las tareas del hogar y quedar con mis compañeras para dar un paseo ir de compras o disfrutar de una barbacoa, la verdad es que no pensaba demasiado en el papel de mi marido en aquella preciosa fantasía apunto de convertirse en realidad, al fin y al cabo estar enamorada se parece a estar atontada no a serlo...
Continuará.