Qué bien huele el aire cuando soy feliz, ya puede hacer un frió de mil demonios y llover a cantaros que a mi me parecerá el tiempo más hermoso.
En esos días, cuando veo a las parejas agarraditas de la cintura, mi sonrisa surge cómplice y espontánea. Pienso si para mí el amor también estará a la vuelta de la esquina.
Me asombro una vez más de lo majestuoso que está el mar embravecido. Como si de un amante apasionado se tratase, embiste las rocas, cubriéndolas una y otra vez con esa necesidad imparable, del que se sabe "poseedor" de un tiempo limitado.
Un pescador, ya anciano, me mira desde la lonja con su cara curtida por las mareas, cojo mi cámara y retrato el momento, deseando reflejar toda la fuerza y sabiduría que desprende.
Aparcada en el pequeño muelle está una furgoneta, tiene las puertas traseras abiertas, de ellas sale una pareja, él, en pantalón deportivo, chanclas y pecho descubierto, ella con vaqueros y sudadera.
Se abrazan, se besan, ríen, el deseó flota en el aire. Él da vueltas danzando bajo la lluvia, ella se le une encantada, mi cámara tiene vida propia, parece que no quisiese perderse ni un momento, me miran, se ríen más fuerte, me mandan un beso y vuelven a meterse dentro para seguir bailando.
También estoy empapada, también soy feliz, guardo la camara, me la cuelgo al cuello, de pie, con las piernas y los brazos abiertos respiro a pleno pulmón, quiero recordar este día cuando sea anciana, quiero recordar su olor...
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