Los primeros minutos nos sentíamos cohibidos, pero al tiempo que fueron llegando las tapas, siempre acompañadas con un gesto o palabra amable de Ismael se nos fue quitando la tontería (también ayudó el vino, todo hay que decirlo) a cada ratito se nos acercaba algún paisano y nos hacía un comentario o chascarrillo, la comida estaba para chuparse los dedos, Dani tuvo que desabrocharse el botón para comerse las dos últimas.
Para rematar, nos trajeron café de pota y licor café casero, (fue mi primera vez y he rematado así todas las comidas de fiesta fuera de casa que he podido) no veas que contento teníamos, con el café varios vecinos cogieron sus sillas y se sentaron con nosotros preguntándonos un montón de cosas y contándonos otras tantas, en un momento alguien pidió que llamasen al "Ballenero" y vaya si lo hicieron, pero a gritos ¡hey Ballenero, reclamante!
Una mole de hombre se dio la vuelta desde la barra, largo como un día sin pan y purito músculo (del que se consigue después de muchos años de trabajo duro en la mar) no me hubiese sorprendido que el apodo fuera por cargarse a las ballenas el solo.
Otro marinero nos contó que el apodo le vino porque uno de sus abuelos era un vasco con el oficio de pastor de ovejas y el otro era gallego y pescador, al niño le tiraba muchisimo el mar y todos los días iba a esperar a su abuelo al muelle, pero se ponia triste al ver a los "pescaditos" como él los llamaba batirse en los tanques del barco boqueando, tampoco soportaba ver como los abrían en canal para limpiarlos, el abuelo Raúl le decía que tendría que irse al monte a cuidar ovejas, el niño como que no se veía pasando el día entero en el monte, un día le llegó al abuelo Raúl con un palo a modo de bastón.
-¿Que fas Manuel?
-Estoy practicando con el bastón para cuando sea pastor.
-¿Ti pastor?
-Si
-¿Vas logo a axudarlle o abueliño Roque?
-No, voy a ser pastor de los que cuidan las ballenas.
-E con esa teima estivo ata que cumpriu cinco anos e comezou na escola.
Risas de los presentes.
-Bueno, me llamasteis para algo digo yo.
-Claro, cantanos algo anda, aquí donde lo ves este hombretón canta como los ángeles.
-¿Cual queréis?.
-Tu empieza con la que quieras que nosotros te seguimos.
La tasca era un verdadero jolgorio, pero comenzar a cantar el ballenero y hacerse un silencio total fue todo uno, solo se oía esa voz privilegiada.
Canto un par de canciones que yo desconocía, después alguien pidió A rianxeira.
El sentimiento que le ponía a la canción, el calor que nos brindaban aquellos hombres, la atmósfera del lugar, todo era perfecto, al llegar al estribillo todos rompimos a cantar con él, por mi mejilla rodaron un par de lágrimas, eran de felicidad.
Así se nos pasaron las horas y cuando quisimos darnos cuenta eran las dos de la mañana, nos despedimos de todos dando las gracias, prometimos volver y salimos de allí pitando.
Los dos recibimos una buena bronca por llegar a esas horas sin permiso un miércoles, a mi me castigaron un mes sin salir.
Valió la pena.
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