Tres meses ya y nada de nada, necesito contárselo a alguien pero ¿en quién puedo confiar sin que piense que se me va la olla o decida denunciarme a la policía?.
Me están consumiendo los nervios, he perdido diez kilos, muchas horas de sueño y en cuanto cierro los ojos veo delante de mí la cara de ese hombre.
En mi cabeza dan vuelta una y otra vez las mismas preguntas sin respuesta, lo único que tengo claro es que me buscaba a mí, me dejó helada al pronunciar mi nombre, todo lo demás son hipótesis que se van haciendo más descabelladas a medida que se suman madrugadas y las horas de insomnio sobrevuelan mi cama.
Una vez más me concentro e intento recordarlo todo como si de las secuencias de una película se tratara.
Paseo tranquila disfrutando de la calidez de la noche, lo necesitaba después de una semana de no parar, oigo el sonido de unos pasos que acompañan a los mios en el suelo de madera del paseo, me vuelvo sorprendida por lo tarde que es, yo que soy muy rara si que suelo salir a disfrutar de la luna llena y el sonido que se impone cuando le pasa el testigo su antagonista el sol, me gusta ese rato de soledad, el conocimiento de que dispongo de ese espacio para mí, sentir que a esas horas puedo estar como en el salón de mi casa y tener un ratito de intimidad con la naturaleza (lo dicho, soy muy rara).
Nunca antes había coincidido con nadie y mientras hecho un rápido vistazo pienso egoistamente que se ha roto el encanto.
Es un hombre un poco más alto que yo y está a unos tres metros, no alcanzo a ver más en apenas unos segundos de volteo.
Decido apartarme a un lado y fingir que me anudo bien los cordones, no son horas ni lugar de llevar guardaespaldas sin haberlo pedido, pasa a mi lado en silencio, lleva ropa y zapatillas deportivas no alcanzo a verle el rostro, lo tiene cubierto con una capucha.
Apresura el paso y lo pierdo de vista, al cabo de unos minutos vuelvo a relajarme y para cuando piso el camino de tierra ya lo he olvidado.
Camino distraida pensando en mis cosas y surge delante de mí como un fantasma, pego un respingo acompañado por un amago de grito, retrocede un paso y se retira la capucha para que le vea la cara.
Él: tranquila, no quería asustarte.
Yo: es lo malo de pasear a estas horas que me arriesgo a asustarme con un simple encuentro.
Él: ¿sueles hacerlo a menudo, lo de pasear digo?.
Yo: de vez en cuando.
Él: yo es que suelo venir más temprano pero hoy se me a hecho tarde, ¿cúal es tu excusa?.
Yo: no tengo ni la necesito, lo hago porque me apetece.
Él: ese es el mejor motivo cariño.
Esto último lo dice acercándose demasiado tanto que tiene su cara a unos diez centímetros de la mía, parece notar mi incomodidad y vuelve a separarse.
-Me iba pero ya que te he estropeado el paseo si quieres te acompaño.
-No me has estropeado nada, miento. No hace falta de verdad.
-Está decidido, me quedo contigo.
Lejos de tranquilizarme me pone los pelos de punta al tiempo que me recorre un escalofrío, tiene la mirada de alguien que espera algo, me pregunto angustiada el qué?.
Comienza una conversación intranscendente que quiere ser divertida y finjo alguna sonrisa al tiempo que pienso que observa mis reacciones y expresiones como debe hacerlo un depredador con su presa, (tranquilízate, tienes demasiada imaginación acaba el maldito paseo y vete a tu casa a dormir, mañana te reirás de esto).
Estamos llegando al último molino y hay comienza la zona más oscura, estoy tan tensa que creo que si me caigo al suelo me voy a romper como si fuera de yeso.
Suena mi teléfono, son las niñas que quieren saber si vuelvo ya, les respondo que sí, en quince minutos o antes, él se separa para dejarme hablar e instintivamente recojo una piedra del borde del camino y la escondo en el bolsillo de la cazadora, cuelgo, se acerca a mí y retoma la conversación en el punto en el que lo dejamos.
Estamos parados en un punto sin luz, al borde del río, al borde del camino.
Demasiado oscuro, demasiado al borde, demasiado cerca el uno del otro y de su boca sale mi nombre, un nombre que yo no he dado, es que no nos hemos presentado, reconozco en su cara que sabe que ha metido la pata...
OHHHH.... estoy con los pelos de punta y tengo la piel de gallina, por dios, qué pasa después, quien es? qué hace ahí, porque te conoce? ayyy... tantas preguntas.
ResponderEliminarBesitos, te sigo, estoy muy intrigada con lo que seguirá.