jueves, 10 de febrero de 2011

Creciendo/Madurando

Mes de octubre, estoy convaleciente y paso mi enfermedad en el piso de la costa, para disfrutar del aire del mar.
Una playa nudista cualquiera, bajo a leer un rato mientras tomo el sol.
Estoy disfrutando de las biografías de Agatha Christie y Nelson Mandela, dos personajes que me tienen fascinada.
La de Agatha sólo la pude conseguir a través de Internet y está en portugués, un idioma que no domino demasiado bien, motivo por el cual tengo que pararme de vez en cuando para comprobar o confirmar lo que significa esta o esa palabra.
Para refrescarme leo a Mandela, tengo mucho que aprender de ellos, los admiro a los dos, sobre todo a ella, tuvo una vida increíble para una mujer de su época, rompió muchos moldes, además de que creo recordar que es de las escritoras más prolíficas y leídas, no entiendo como no se realiza una película sobre su vida.
Ese día constato que hay mucha gente para la época en que estamos, básicamente hombres.
A medida que avanza la semana voy notando aptitudes que me dejan intrigada, comienzo a sospechar que la playa se ha convertido en un lugar de encuentro para gays.
Voy alternando mis lecturas con el interés propio de quien no controla de un tema que le provoca cierta curiosidad, a mediados de la segunda semana no me queda ninguna duda.
A la playa la rodea un acantilado, hacia la derecha hay un bar.
Me sorprendió que a estas alturas de la temporada todavía estuviese abierto, mucho más cuando pregunté y me informaron de que no cierra en todo el año y que abre hasta altas horas de la madrugada.
Una vez asimilada la función "secundaria" de la playa, entendí que le compensase permanecer abierto.
Si miras hacia la izquierda puedes ver claramente un camino que se extiende hacia el acantilado, esta hecho por el ir y venir de hombres en busca de sexo, una tarde me adentré en el, necesitaba confirmar que mi imaginación no me estaba jugando una mala pasada, lo que encontré me lo dejó claro.
En cuanto me desplacé unos veinte metros aparecieron los primeros pañuelos de papel y preservativos, la cosa iba en aumento según caminaba, decidí dar media vuelta no fuese a fastidiarle el momento a alguna pareja en acción.
Por lo que pude ver, la playa durante el día es transitada por todo tipo de hombres que se buscan unos a otros como en cualquier otro sitio donde se vaya a ligar, sólo que mucho más rápido, llega uno y se van dos... o tres; se mezclan chaperos, con gente que sólo busca diversión sin ataduras y sin dinero por medio, la franja de edad oscila entre los treinta y los cincuenta.
Los abuelos (que vivieron una época donde ellos, hombres atraídos por hombres, estaban obligados a permanecer invisibles) llegan con sus coches al atardecer y esperan la señal de otros conductores supongo que ya conocidos, o el atisbo de algún chapero que esté por la zona, no suelen bajar a la playa.
No voy a comentar mucho más sobre como funciona el tema, porque creo que eso les incumbe a ellos.  Tampoco voy a entrar en juicios, no soy nadie para hacerlo.
Aunque a esa playa sólo pienso volver en verano, no porque me molestase la situación, que para nada, ya que todo se hace con la mayor educación, discreción y respeto, sino porque en la susodicha me encontré con un treintaañero al que días mas tarde vi paseando con su familia, cuando digo familia digo mujer e hijos y eso me provocó sentimientos encontrados, él tendría sus motivos para esconderse hoy en día y los respeto.
Pero... y ella ¿no tiene el derecho de saber con quién vive?.

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