miércoles, 2 de febrero de 2011

DECIDIR : EQUILIBRAR LA BALANZA Ó NO

Creo que de mi estancia en otros países y el hecho de llegar sin saber ni una palabra del idioma autóctono es de donde viene mi afición a leer toda clase de libros que tengan que ver con el lenguaje corporal.
Los gestos faciales,  las manos, la mirada, la forma de balancear el cuerpo etc.
El interpretar lo que decían a través de esos gestos formó parte del aprendizaje de nuevos idiomas.
A raíz de eso algo que me gusta cada día mas es sentarme en la terminal de un  aeropuerto examinar a la gente que pasa, hasta que alguien me llama la atención.
Me fijo en sus rasgos físicos, en como se coloca la ropa o se aparta el pelo de la cara, en la forma de mover los pies si habla con alguien, en qué tipo de distancias guarda con esa persona si tiene contacto corporal con ella, si inclina la cabeza al dirigirse hacia el susodicho, hasta que un simple gesto, como el de avanzar un pie, me provoca un cosquilleo especial en alguna área recóndita de mi cerebro y comienzo a escribir una historia mentalmente.        
Hace unos meses estaba en el aeropuerto de barcelona esperando un avión que como casi siempre llegaba con retraso, cuando me dispuse a realizar mi habitual mantra.
De pie,  en frente de mí había un hombre de unos cincuenta años muy atractivo. Alto, moreno, con un pelo totalmente canoso en la línea de Richard Gere; sonrisa franca y abierta (lo sé porque me dedicó varias antes de dirigirse a mí) manos, pies y nariz grandes al igual que el mentón, son rasgos que a medida que cumplo años me gustan más en un hombre.
Me gusta que tengan unas manos grandes, con largos dedos de pianista (aunque lo que me pone xxx es que las susodichas sean fuertes y callosas, la piel curtida por el sol).              
A este en concreto el sol parecía haberle dado mientras jugaba al golf o navegaba en  yate, me pareció interesante, pero no precisamente para escribir una historia sobre él, si no con él.
Como tengo pareja y soy de esas idiotas que cuando se enamora opta por ser fiel, aunque lo que tengo entre las piernas esté pidiendo a gritos fiesta, decidí pasar del tema y buscar otras víctimas de mi imaginación.
Allí estaban, la pareja perfecta para una de mis historias.
Estaban de pie el uno enfrente del otro a muy poca distancia, con sus cuerpos ligeramente ladeados, ella en una pose muy femenina se ondulaba el pelo con un dedo mientras parecía escuchar embelesada lo que decía su futuro amante, porque eso es lo que me parecieron, dos futuros amantes.
A el le sonó el teléfono, llevó la mano al bolsillo y lo debió apagar porque dejó de oírse al momento, lo hizo lanzando un resoplido de hastío, como si nada le pudiese molestar más que la persona que llamaba les sacase momentáneamente de su mundo de dos.
Llegó un grupo de gente que ante la tardanza del avión se había marchado, supongo que a tomarse algo y eso los obligó a moverse hacia mi sitio, así pude oír parte de la conversación, nada interesante por cierto .
Ahora fue a ella a quien le sonó el móvil, con gesto serio se apartó de su objeto de deseo, pero no demasiado (no fuese a ser que él no pudiese escuchar lo que decía); esto la dejó a la misma distancia de mí que de él. Transcribo la conversación:
-Hola, ¿qué quieres?.
-
-Y yo qué sé, no tengo la culpa de que Iberia funcione como le da la gana.
-
-No es eso, ya sabes que los aeropuertos me ponen nerviosa.
-
-Cualquier cosa estará bien, ¡todo lo tengo que decidir yo! ... un bocadillo me sirve.
(Cara de paciencia infinita, morros y cabeza vuelta hacia arriba con el consiguiente giro de ojos en las órbitas) teatrillo dirigido por supuesto a su acompañante.
-Sabes qué te digo, no hagas nada, ya me calentaré yo un vaso de leche cuando llegué.
Uno de los dos colgó, no sabría decir cual.
-Uff... perdona ya sabes, las cosas de pareja.
-Qué me vas a contar a mí.
-Sí ... a veces es difícil.
No necesitaba nada más, mi imaginación ya estaba disparada, desconecte de ellos, por mí podían
irse a follar a los baños, o pasar de todo y no verse nunca más, me la traía al pairo.
En esas estaba cuando se me acerca Richard.
-Ni se te ocurra, a esos ya me los he pedido yo.
Allí sentado a mi lado todavía resultaba mas atractivo, sus ojos claros despedían chispas, al hablar se acercaba a mí suavemente, su pelo desprendía un olor muy rico, las arrugas finisimas que tenia en su cara le hacían mas interesante y para mi sorpresa a pesar de llevar un traje de Armani no llevaba perfume, mejor, porque su piel olía muy rica.
Las cosas con mi pareja estaban como el culo, estaba "casi" segura de que  estaba haciendo demasiado el tonto por ahí, encima, de tema cama más bien poco (con lo que a mí me gusta) así que más me valía mantener la cabeza y otras partes de mi cuerpo frías si no quería guerra, que, a todas luces era lo que venía buscando este.
-Reconozco a mis iguales en cuanto los veo ¿me vas a negar que estabas intentando averiguar qué clase de relación tienen?.
-No exactamente, pero sí, los estaba observando ¿con lo de iguales a qué te refieres?.
-Se supone que somos escritores, periodistas, estadistas, filósofos o simplemente unos cotillas, lo que nos hace iguales es la esencia, el fondo, no la forma, ¿si no?.
¿Por qué estamos iniciando esta conversación tan tranquilos, como si nos conociésemos de toda la vida? Se me ocurrió un motivo mucho más obvio y carnal mientras lo dejaba seguir con su representación.
Al rato había pasado algo curioso y peligroso, este hombre parecía muy inteligente, su conversación era amena diría que incluso brillante.
Para un polvo me sirve lo que he descrito antes o, en su defecto un chico con la piel tersa y la polla muy dura.
Para interesarme mas allá de la cama lo que me pone es sin duda un hombre despierto, inteligente, ocurrente, con ganas de transmitir lo que sabe y de aprender cosas nuevas, alguien con quien compartir experiencias y sabiduría, lo de menos es la edad, aunque bien es verdad que en mi caso el que es así, cuanto más años más apetecible.
Estábamos enzarzados en una discusión que había saltado desde lo poco rentables que han resultado ser cierto tipo de negocios en los aeropuertos, a como se puede pasar de aborrecer, a enamorarse literalmente de la escritura de Antonio Gala, (no hubo un segundo en que no dejásemos de comernos con los ojos ).
Llamamiento a filas de la azafata de turno.
-Espera, no vale la pena que nos levantemos todavía, ya sabes lo lenta que va la fila, si quieres podemos intentar cambiar nuestros asientos para sentarnos juntos.
Él "no gracias", me salió gélido, casi glacial, eso enfrió mucho la conversación que se tornó inocua y también las miradas.
Ya en pleno vuelo recordé los últimos minutos.
Me había pedido el hotmail, facebook, número de teléfono, o lo que fuese para mantenerse en contacto conmigo. Mi respuesta había sido negativa a cada nuevo intento; finalmente me dijo:
-No creo que estés casada, no veo marca de anillo en tu mano, yo estoy divorciado por segunda vez desde hace dos años, llamaste mi atención cuando te vi, pero después de hablar contigo, despiertas en mí curiosidad, eres muy interesante, si tienes novio o pareja lo entiendo, pero me gustaría mantener el contacto contigo... solo como amigo.
Lo sopese unos segundos y mi respuesta volvió a ser no, esta vez resulté hasta borde, para entonces ya estábamos entrando en el avión y se cortó la conversación.
Mi cabeza me decía que me arrepentiría de dejar escapar esa oportunidad de añadir a mi vida alguien interesante. Mi entrepierna opinaba lo mismo.
Por lo tanto, sabía que estaba haciendo lo correcto.
Si le daba mi teléfono con la promesa de ser solo amigos y quedábamos para tomar un café y otro día para ir de museos o lo que fuese, posiblemente la atracción iría a más y con los palos que me estaba llevando de mi novio, del cual a pesar de todo todavía seguía enamorada, seguro que acababa haciendo una tontería y no estaba por la labor.
Quería luchar por la relación mientras creyese en ella y si se acababa, que tenía toda la pinta de que sí, sentir que lo había dado todo, (eso me considero incapaz de hacerlo si hay un tercero en discordia), ya tendría tiempo después de pendonear.
A mi llegada me esperaba mi novio con una gran sonrisa y un beso. Mientras nos dirigíamos a la puerta se cruzo con nosotros Richard, me dirigió una densa mirada y otra de arriba abajo a mi pareja, como calibrándolo.
Ya en el aparcamiento mi novio tuvo que bajar a pagar el ticket y, ¡sorpresa!, ahí estaba él.
Sé acercó a mi ventanilla, la bajé y dijo.
-Entiendo que no me quieras dar el teléfono, lo entiendo, a pesar de que sé que te gusto, tengo tu nombre y apellidos, y voy a buscarte en facebook; si no lo tienes ya puedes ir haciéndote uno y cuando menos te lo esperes te llegará una invitación mía,  y ojalá que ese día estés preparada para aceptarla. Me dio un beso en la mejilla y sin más se dio media vuelta y echó a andar.
A veces (cuando me siento puteada deseo con todo mi corazón que me llegué esa invitación) otras (las más) pienso en los momentos felices con mi pareja y que no vale la pena ensuciarlos con una tercera persona, ni siquiera engañándome a mí misma.

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